“A la niña le encantaría practicar fútbol, pero a su papá no le parece porque ese es un deporte de hombres”.
“El muchacho quiere estudiar educación preescolar, pero la familia no está de acuerdo porque esa es una carrera de mujeres”.
¿Alguna vez has escuchado o dicho cosas como esta?
Estoy segura de que ya resuenan en tu mente… ¡Bienvenido al mundo de los estereotipos!
Cada persona tiene su propia perspectiva del mundo. Algunas, irreverentes como yo, se rehúsan a aceptar, de hecho, no aceptamos como válido, cualquier condicionamiento a la vida y al ejercicio de los derechos de los seres humanos, como sucede con los estereotipos.
A veces, cuando hablo de igualdad de oportunidades para las mujeres y las niñas y critico los estereotipos y la discriminación, la gente piensa que yo me refiero a contextos de sociedades lejanas, que no tienen que ver con nosotros. En un mundo globalizado como el actual, es casi imposible pensar que lo que ocurre en algún lugar del planeta, no nos importe o no nos afecte. Pero, más allá de ello, hay que dejar claro que el problema de los estereotipos lo sufrimos aquí, en nuestra sociedad, en nuestras casas y familias y, concretamente, afecta a las personas que más nos importan.
Revisemos algunos estereotipos más, para avanzar en este análisis con situaciones muy típicas -no por ello aceptables- de nuestra cultura:
Cuando un niño llora porque algo lo hirió y escuchas: “los niños no pueden lloriquear como si fueran muchachitas”.
Cuando la niña no tiene buenas calificaciones, ¿no importa?: “Menos mal que es mujer, para que se consiga un marido que la mantenga y se dedique a la casa y los niños”.
Cuando una mujer se pone un vestido corto que le luce estupendo, alguno piensa y hasta dice: “Esa mujer es de moral distraída” o “Ahí va una fácil”, si nos vamos al lenguaje más coloquial.
Un hombre que prefiere no tener una cita con una mujer que no le atrae… “Ese tipo es raro, seguro tiene un problema”.
En todos estos casos, el mundo puede estar perdiendo o etiquetando a una excelente deportista; un extraordinario profesional; un hombre sensible; una niña que no es buena académicamente, pero quizá sea una maravillosa artista, que también podría ser exitosa e independiente económicamente; una mujer segura de sí misma que se viste como le gusta; y un hombre selectivo con suficiente autoestima como para decidir con quién sale o con quién se relaciona.
Yo me pregunto, con estos estereotipos, además de coartar la pasión, habilidades y realización de las personas, ¿qué logramos?, ¿a quién complacemos?, ¿quién es más importante que nuestra oportunidad y derecho a ser nosotros mismos? Está claro que no podemos vivir una vida sin reglas, en la que podamos hacer todo lo que nos venga en gana, sin importar si hacemos daño. Pero debería estar más claro aún, que cuando una norma limita a una persona, su motivación debe ser el respeto a los derechos humanos y yo no encuentro eso en la mayoría de nuestros estereotipos sociales. Todo lo contrario, me parecen prejuicios y excusas para justificar la discriminación. Coincido en que nuestros genes definen nuestro potencial, como lo dicen los expertos que investigan la conducta humana y su evolución. Pero la forma en que nos comportamos, pensamos, hablamos y criamos a nuestros hijos, lo que les inculcamos, claramente, es lo que marca la diferencia y determina el tipo de adulto que somos y que nuestros hijos serán mañana.
Hoy, quiero ratificarles mi propuesta de la semana. Dejemos de pensar en atributos o roles para hombres y mujeres, eliminemos los estereotipos sociales inútiles y las etiquetas dañinas. Respetemos y pensemos en seres humanos, sus preferencias y aptitudes. Nosotros como sociedad podemos lograrlo y experimentar un mundo más justo, donde la gente tenga derecho a sentir paz, realizarse, impactar positivamente su entorno y ser feliz.
Muy cierto! Muy aleccionador este artículo que te hace reflexionar y darte cuenta que somos nosotros mismos Que Creamos estos programas que de forma inconsciente lo tenemos almacenados en nuestra memoria y vamos trasladándooslas a nuestras generaciones Y que pueden influir de forma negativa a nuestros hijos, es momento de ser conscientes y cambiarlos.